El entrenamiento comienza en





Hubo un momento en mi vida en el que me sentí completamente perdida. Un vacío tan profundo que no sabía cómo llenarlo. A pesar de tenerlo todo a mi alrededor, sentía que algo faltaba, que algo dentro de mí se estaba apagando. Intenté llenar ese vacío con viajes, con experiencias, con lo que fuera que pudiera distraerme del dolor. Corrí por miedo, corrí porque no sabía qué hacer con lo que sentía. Entonces, llegó mi primera crisis de ansiedad. Al principio pensé que era algo puntual, algo que pasaría. Pero no fue así. Ese dolor se fue intensificando tanto como mi desesperación por salir de ahí.
No fue un camino fácil. Fue un proceso largo, lleno de momentos en los que quise rendirme, momentos en los que no entendía por qué me pasaba todo esto. Hasta que finalmente decidí dar el paso más difícil de todos: mirar mi dolor, abrazarlo, escuchar lo que tenía para decirme. Y fue ahí cuando realmente me encontré conmigo misma, pude volver a mirarme a los ojos y logré convertirme en mi lugar seguro.

Durante mi adolescencia y adultez temprana, atravesé un proceso de progresivo distanciamiento de aquello que me hacía sentir feliz. La vida dejó de tener sentido y no encontraba explicación ni solución.
Durante muchos años sufrí de ataques de pánico, acudiendo a numerosos profesionales sin que me pudieran ayudar, pese a que ellos estaban convencidos de tener la cura. Pasé por múltiples trabajos que me hacían sentir vacío, cumpliendo roles que otras personas esperaban de mí y creyendo que nunca podría escapar. Busqué en la religión, en la espiritual oriental, y en muchísimos otros lugares, hasta poder ahondar profundamente en las emociones más dolorosas que mi cuerpo había tapado.
No hubo cambios mágicos, sino un trabajo lento y cuidadoso, a través del cual autocompasión me ha permitido volcarme a la transformación siguiendo los ritmos que mi cuerpo necesita, ni más lento ni más rápido. Hoy puedo acompañar a otras personas porque la oscuridad ya no me intimida, la abrazo a diario y en ella encuentro mi máxima fuente de sabiduría.